Por
Ricardo López Göttig
En 1949, tras la guerra por
su independencia, el Estado de Israel y los países árabes acordaron el
armisticio de Rodas, por el cual deponían las armas y se habría un espacio de
negociaciones. La demanda básica del gobierno del Estado de Israel era
sumamente simple: que se reconociera su derecho a la existencia, y así han
pasado más de siete décadas y todavía hay Estados que se niegan a reconocerlo.
El slogan “From the River to the Sea” es, precisamente, la negación más
absoluta, repetida en manifestaciones en las calles de las democracias de
Occidente, sin siquiera saber de qué río y de qué mar se trata…
Aunque el gobierno
sudafricano intente mostrar las recomendaciones de la Corte Internacional de
Justicia como un gran triunfo, en rigor se trata de una derrota para ese país. Recomendó
tomar todas las precauciones para que no se cometan crímenes de guerra y de
lesa humanidad, lo que es lógico proviniendo de ese tribunal internacional, a
la vez que exigió la liberación de rehenes israelíes. La Corte tampoco llamó a
que el Estado de Israel cesara su guerra contra la organización terrorista
Hamas.
Ya son quince los países que
han anunciado que dejarán de aportar fondos a la UNRWA, al descubrirse que
miembros de esta organización internacional fueron miembros de Hamas y actuaron
en los ataques terroristas. Es un punto a favor del Estado de Israel para
demostrar cómo procede la organización terrorista en la Franja de Gaza,
controlando la administración de ayuda humanitaria y sometiendo a la población
civil.
En paralelo, comenzaron las
negociaciones diplomáticas entre Estados Unidos, Israel, Egipto y Qatar. Es de
hacer notar que, más allá de los tres lineamientos de las conversaciones, la
gran ausente sea la República Islámica de Irán. La primera línea de
negociaciones es en torno a una tregua por dos meses, en los cuales se
intercambiarán rehenes secuestrados el 7 de octubre por prisioneros; la
segunda, la reconfiguración de quién administrará –y cómo- la Franja de Gaza
tras la retirada israelí, a fin de que Hamas no vuelva a tomar el poder en todo
el territorio; y el tercero es el reconocimiento al Estado palestino, una
demanda del príncipe Muhammad bin Salmán de Arabia Saudí, para normalizar las
relaciones diplomáticas con Israel.
Una lectura posible es que
Arabia Saudí quiera monitorear, a través de intermediarios, esa transición en
Gaza, reduciendo la influencia de su enemigo iraní en la región. Para el Estado
de Israel es un precio muy alto a pagar, ya que de algún modo legitimaría los
ataques terroristas del 7-O como el causante de la creación del Estado
palestino. Las opciones son muy estrechas y distan de ser las mejores. ¿Estamos
ante un nuevo armisticio de Rodas, en el que seguirá habiendo actores
regionales que se nieguen a reconocer a Israel como un Estado legítimo desde el
punto de vista histórico, jurídico y político?
Columna en Radio Jai FM 96.3, 29 de enero de 2024.
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