Estuve de visita en Cuba por primera vez, hace unas semanas atrás. Me asombró la situación de pobreza de ese país, que viene soportando desde hace 50 años un régimen que prohibe las libertades fundamentales, con un sistema de partido único que ya se ha desmoronado por sus propios fracasos en otras latitudes.
El comentario habitual es que en Argentina también tenemos pobres. Es algo inocultable y bien lo sabemos. Pero aquí nos angustia la miseria, en tanto que en Cuba se quiere vender esa situación desesperante como si fuese el paraíso.
Para colmo, los cubanos que están sumergidos en la miseria no pueden quejarse, deben quedarse callados y festejar las proclamas de un gobierno que no responde ante nadie, que maneja todos los medios de comunicación y que ahoga cualquier manifestación de voz independiente.
Se siente en cada rincón el control policial, la presencia de los partidarios del gobierno, la autocensura de los cubanos que temen hablar de las cuestiones más vitales. Ignoran cuanto ocurre fuera de la isla, rodeados por un mar lleno de tiburones y apresados tras la censura. Los canales de televisión, las radios, los periódicos, las revistas y los libros cantan loas a un régimen que se pudre por su corrupción, ineficacia y opresión.
Quiero una Cuba libre, democrática, pluralista y próspera. Y son muchos los cubanos que, en la clandestinidad, están alzando sus voces por una transición pacífica y ordenada hacia una sociedad abierta en la que puedan progresar, pensar y expresarse libremente.
El comentario habitual es que en Argentina también tenemos pobres. Es algo inocultable y bien lo sabemos. Pero aquí nos angustia la miseria, en tanto que en Cuba se quiere vender esa situación desesperante como si fuese el paraíso.
Para colmo, los cubanos que están sumergidos en la miseria no pueden quejarse, deben quedarse callados y festejar las proclamas de un gobierno que no responde ante nadie, que maneja todos los medios de comunicación y que ahoga cualquier manifestación de voz independiente.
Se siente en cada rincón el control policial, la presencia de los partidarios del gobierno, la autocensura de los cubanos que temen hablar de las cuestiones más vitales. Ignoran cuanto ocurre fuera de la isla, rodeados por un mar lleno de tiburones y apresados tras la censura. Los canales de televisión, las radios, los periódicos, las revistas y los libros cantan loas a un régimen que se pudre por su corrupción, ineficacia y opresión.
Quiero una Cuba libre, democrática, pluralista y próspera. Y son muchos los cubanos que, en la clandestinidad, están alzando sus voces por una transición pacífica y ordenada hacia una sociedad abierta en la que puedan progresar, pensar y expresarse libremente.
Es interesante, y triste, ver cómo este régimen sigue sosteniéndose sin un patrón, cómo un totalitarismo de un país pequeño puede sobrevivr a décadas sin un patrón poderoso. Corea del Norte tiene a China. Cuba se sostiene por la fuerza y apelando al antiamericanismo.
ResponderEliminarSin dudas esto sólo puede ocurrir en una isla, pues un régimen semejante en un país con fronteras terrestres hubiese caído hace tiempo.
Es una terrible advertencia de cómo un país latinoamericano de tradición occidental puede convertirse en una tiranía de corte asiático.