Como argentino, admito mi gran pecado: no me gusta el fútbol. Ni siquiera "tengo cuadro", lo cual me convierte en una persona verdaderamente detestable en un país en donde este deporte es casi una religión. Y esta religión está convirtiéndose, cada vez más, en el culto oficial, desde que el gobierno de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner ha decidido destinarle dinero -como si los clubes no recaudaran lo suficiente-. Empeñados en que esta religión se propague por el mundo, ¡qué mejor que en el año del Bicentenario enviar una delegación de apóstoles al mundial de fútbol en Sudáfrica!
Las "Hinchadas Unidas Argentinas" tienen un petit hotel en el barrio de Congreso, en Junín 154. Hoy, casualmente, debía pasar por allí. Y me lleva a preguntar, ¿para qué quieren estas "hinchadas" ese edificio? ¿Quién lo solventa? ¿Por qué se mezcla, cada vez más, este deporte con la política? Creo que, en breve, habrá que pedir la separación del deporte y el Estado, antes de que aparezca su sostenimiento en la Constitución...
Las "Hinchadas Unidas Argentinas" tienen un petit hotel en el barrio de Congreso, en Junín 154. Hoy, casualmente, debía pasar por allí. Y me lleva a preguntar, ¿para qué quieren estas "hinchadas" ese edificio? ¿Quién lo solventa? ¿Por qué se mezcla, cada vez más, este deporte con la política? Creo que, en breve, habrá que pedir la separación del deporte y el Estado, antes de que aparezca su sostenimiento en la Constitución...
En la Argentina, el estado sostiene la religión del pueblo.
ResponderEliminarEra de esperarse en esta ola de populismo que nos envuelve.