Por Ricardo López Göttig
Nuevamente envueltos por el clima de elecciones legislativas, comienza
la danza de candidatos con sus rostros optimistas, sonrientes, llenos de frases
esperanzadoras. En este mundo veloz, en donde impera la imagen y la información
rápida de digestión instantánea, los mensajes se resumen a un mínimo
exasperante para quien busca un poco de sustancia. Son tiempos vacíos de ideas,
programas y orientaciones, como si un slogan o una sonrisa bastaran para dar
una pista sobre qué se propone para reducir la inflación, combatir la
corrupción y criminalidad, y mejorar la vida institucional de los argentinos.
Esta sensación de vacuidad se acentúa cuando en la primera instancia
para elegir candidatos dentro de los partidos y coaliciones, las primarias
abiertas, simultáneas y obligatorias (PASO) apenas hay listas que compitan
entre sí con vistas a los comicios generales de octubre. Hay una discusión de
nombres y apellidos, de posibilidades reales o no de sumar sufragios en las elecciones
de octubre, pero no hay contenido. Muchos aspirantes a marcar el rumbo a una
embarcación, pero ninguno que tenga una brújula, mapa o astrolabio, ni tan
siquiera un telescopio que les permita mirar más allá del 2015.
En el Estado de Derecho, que es el gobierno de las leyes, el Poder
Legislativo es de importancia central, ya que en él se discuten, elaboran y
aprueban las normas. Pero por el hiperpresidencialismo que ahoga a los otros
poderes en Argentina, el Congreso es visto como un mero trampolín hacia el
sillón de Rivadavia, desmereciendo la labor parlamentaria. El Congreso
argentino no ha hecho mucho por realzar su importancia, delegando facultades a la Presidencia , ni
tampoco ha sabido cumplir con su rol de control y equilibrio, el contrapeso institucional
al Ejecutivo.
Nada se encuentra en los spots publicitarios sobre ideas, programas y la
imprescindible recuperación de los equilibrios. Se desconoce qué harán, más
allá de las declaraciones de principios. Por un lado, partidos centenarios como
la Unión Cívica
Radical y el Partido Socialista le disputan al kirchnerismo la denominación de
“progresista”, pero no avanzar de la proclamación de propósitos generales. Por
el otro, una miríada de desprendimientos del justicialismo se proclama como el
auténtico peronismo, pero tampoco se advierte una profundización del concepto,
bastante difuso de por sí.
A treinta años de la recuperación de las instituciones y las libertades
democráticas, se advierte la falta de maduración de los partidos políticos,
reemplazados por “espacios” por los que se transita de una elección a otra, sin
forjar identidades.
Esta elección legislativa es una buena oportunidad para llenar de
contenido al debate político, dando mejores herramientas de decisión a los
ciudadanos.
Publicado en Análisis Latino, viernes 26 de julio del 2013.
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