Por Ricardo López Göttig
La figura emergente de esta campaña electoral es Sergio Massa, que ha
sabido ocupar un espacio en las expectativas de la opinión pública tras diez
años de kirchnerismo. Exhibe su gestión como intendente del municipio de Tigre,
lugar de atracción turística para los vecinos del resto del conurbano
bonaerense. Es conocido por su paso en la administración del ANSES durante los
períodos de Eduardo Duhalde y Néstor Kirchner, así como por haber sido Jefe de
Gabinete de ministros con Cristina Fernández de Kirchner. Tan notorio es su
nivel de exposición mediática, que ya fue dos veces candidato a diputado en las
listas del partido oficialista, en 2005 y 2009, pero en ambas ocasiones
renunció a ocupar la banca.
Con gran cautela, Sergio Massa evita pronunciarse sobre su posible
candidatura presidencial para el 2015, pero no podrá evitar una definición
luego de las elecciones ni, mucho menos, durante el año próximo. Su postulación
y, sobre todo, la adhesión que supo cosechar en la provincia de Buenos Aires
durante las primarias obligatorias, lo han colocado en el centro de atención.
El dilema es ¿cómo hará para sostener expectativas tan altas durante dos años?
¿Cómo logrará articular y mantener una alianza con distintos sectores del
peronismo desde una banca en la
Cámara de Diputados? ¿Cómo hará para seguir evadiendo
definiciones sustanciales sobre la economía, dejando de dar guiños a unos y
otros? Ahora, el jefe comunal tigrense está utilizando la táctica del catch
all, el candidato que pretende atrapar todo sin apuntar a ningún sector en
especial con enunciados muy generales, tal como se refleja en la composición de
su lista de candidatos.
Antonio Cafiero, electo gobernador de la Provincia de Buenos
Aires el 6 de septiembre de 1987, fue derrotado pocos meses después por Carlos
Menem el 9 julio de 1988, en los comicios internos del Partido Justicialista.
El triunfo de hoy no garantiza la victoria de mañana.
Esta es una de las diferencias sustanciales de Argentina con las
democracias parlamentarias europeas, en donde el líder de la bancada de
oposición se perfila durante años como el principal rival para ser jefe de
gobierno, demostrando durante un largo período sus virtudes y defectos. También
lo es con la agotadora selección por primarias en los Estados Unidos, un
proceso que dura un año en el que se van decantando los precandidatos en una
carrera con varios obstáculos. En el caso argentino, en cambio, resulta difícil
discernir quién es el líder más nítido de las fuerzas opositoras, no sólo por
su dispersión, sino también por ser un sistema basado en candidaturas
negociadas por cúpulas partidarias.
Una vez más, asistimos a un año electoral que nos deja más interrogantes
que respuestas.
El autor es Doctor en Historia y
Analista de CADAL.
Publicado en el diario Río Negro, 25 de octubre del 2013.
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