Por Ricardo López Göttig
En este invierno del
hemisferio norte, marcado por dos (¿o tres?) guerras simultáneas en Ucrania, contra
el terrorista Hamas en Gaza y el enfrentamiento con los huthíes en el Mar Rojo,
quizás se esté viviendo una etapa crucial que puede marcar los próximos años.
Una guerra a gran escala se va anticipando en distintos frentes, como ocurrió
en las dos conflagraciones mundiales. De cómo se responda ante estos
conflictos, dependerá si seguirá o no escalando a nivel planetario.
¿Tremendismo, alarmismo?
Quizás, pero siempre es mejor estar preparado ante el peor escenario posible,
porque en estos tiempos ya no hay margen para las ingenuidades. Rusia, por un
lado, está atacando sistemáticamente contra las grandes ciudades ucranianas con
misiles y drones, a la vez que sus fuerzas militares están teniendo avances en
la región del Donbas. Y es que se sabe que al ejército ucraniano se le están
acabando las municiones, por lo que el desenlace –de no llegar más material
bélico-, podría ser desastroso para el país que viene resistiendo hace casi dos
años una agresión totalmente injustificada. El Estado de Israel se encuentra,
por otro lado, con que en lugar de que las democracias se unan en un solo
frente contra el terrorismo, se vuelva a plantear un plan de solución que a los
líderes de Hamas no les interesa. Por si no queda claro: el liderazgo de Hamas
nunca buscó crear dos Estados, porque quiere uno solo, negando el derecho a la
existencia del Estado de Israel, expulsando o exterminando a los judíos. Su
objetivo es implantar una teocracia desde el río Jordán hasta el mar
Mediterráneo, y lo manifiesta con todas las palabras y acciones.
El Mar Rojo, asediado en el
estrecho de Bab el-Mandeb por las milicias hutíes de Yemen, despertó discusiones
bizantinas sobre alianzas y permisos militares, cuando lo que se precisa es una
decisión urgente para este conflicto colateral, pero que puede extenderse por
la Península Arábiga y el Cuerno de África. El bloque progresista en el
Congreso de Estados Unidos, liderado por el senador Bernie Sanders y otros
legisladores demócratas, cuestionan el mandato del presidente Biden de
responder militarmente contra estas guerrillas sin haber pasado el visto bueno
por las cámaras legislativas; en tanto que el ala derecha del Partido
Republicano, identificado con el ascendente Donald Trump, sostiene que deben
suspenderse las ayudas militares exteriores y concentrar esos recursos para
impedir la inmigración procedente de su frontera con México.
En Europa están surgiendo
voces de primera línea advirtiendo que se debe preparar para una guerra
generalizada con Rusia, pero los pasos para adelantarse ante este escenario son
aún tímidos. La Unión Europea aprobó destinar los intereses de los fondos rusos
congelados hacia Ucrania, unos 15 mil millones de euros. Es una cifra
importante pero no suficiente para lo que se precisa para contener a la fuerza
invasora rusa.
La industria de la culpa,
tal como la denominó Jean-François Revel hace cuarenta años, es la que más daña
internamente a las democracias liberales en su enfrentamiento con las
autocracias. Porque al sano y necesario disenso se lo confunde con el deseo
patológico de la autodestrucción y flagelación, como si se mereciera el castigo
por vivir en sociedades prósperas y libres. Una vez más, cabe recordar que
antes de la segunda guerra mundial hubo muchísimas voces, sumamente influyentes
en la opinión pública, que llamaron a un pacifismo extremo y suicida, y que
buscaron invisibilizar lo inevitable. A veces, la historia se suele repetir
como una tragedia colosal.
Columna de opinión en Radio Jai FM 96.3, 23 de enero de 2024.
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