Por Ricardo López Göttig
Hoy lunes 15 de enero,
comienza el extenso proceso electoral en los Estados Unidos, con los caucus en
Iowa. La atención se centrará, de aquí hasta el “supermartes” de marzo, en la
competencia interna dentro del Partido Republicano, en el que el favorito por
amplio margen es el ex presidente Donald Trump, de acuerdo a las encuestas. Por
el lado demócrata, el presidente Joe Biden no tendría –por ahora- ningún
candidato que lo confronte.
Los caucus, como los que hoy
se celebrarán en el Estado de Iowa, son asambleas de vecinos en los que se
discuten las candidaturas, sus programas, se pueden formar alianzas. Aquí hay
un peso enorme en las estructuras de cada candidato, en la experiencia que
tengan sus partidarios en convencer, sumar y negociar. No son el termómetro más
adecuado para medir la tendencia de los votantes, pero sirven para tomar nota
del humor en las bases partidarias y su capacidad de movilización. Sea como fuere,
y como puntapié inicial del proceso de selección interna, tiene un gran peso
simbólico. La siguiente estación será el 23 de enero con las primarias en New
Hampshire, en las que los ciudadanos registrados votan directamente por los
candidatos.
Donald Trump no ha
concurrido a ninguno de los debates con los precandidatos presidenciales
republicanos, ubicándose por encima de todos ellos. Ni los procesos judiciales,
ni las escenas de la toma del Capitolio en enero del 2021, hacen mella en su
imagen dentro de los votantes republicanos. Aún más, estas circunstancias
parecieran catapultarlo hacia la candidatura y, una vez más de acuerdo a las
encuestas, sobrepasa la suma de sus dos contrincantes inmediatos. El gobernador
de La Florida, Ron DeSantis, y Nikki Haley, ex gobernadora de Carolina del Sur
y ex embajadora ante la ONU, buscan perfilarse como los más fuertes
competidores frente al ex presidente Trump, y ese posicionamiento –y la
distancia que logren respecto a Trump- será el dato a tener en cuenta.
En este año 2024 de grandes
problemas mundiales, con las guerras de Ucrania frente a la invasión rusa, y
del Estado de Israel frente al terrorismo de Hamas, así como posibles amenazas
de la República Popular China a Taiwán tras las elecciones del sábado pasado, los
posicionamientos de los precandidatos presidenciales serán relevantes para
conocer el estado del humor del ciudadano estadounidense promedio. El
presidente Biden está comprometido de lleno en estos conflictos, apoyando
militar, política y económicamente a estos aliados más allá de las fronteras.
La postura de Trump siempre ha sido más ambigua, deliberadamente ambigua,
aunque en reiteradas ocasiones manifestó que arreglaría rápidamente las
guerras. Resulta claro que el ánimo de los estadounidenses respecto a estos
conflictos tan lejanos físicamente es el del cansancio y hasta el hartazgo, y
siempre ha habido una porción significativa de su población que no se siente
involucrada ni afectada por lo que ocurra allende las fronteras. Este
desinterés profundo y de falta de solidaridad con las democracias liberales en
el mundo, que nos resulta incomprensible desde estas latitudes, es una de las
cartas que viene barajando en silencio Vladímir Putin para alargar la guerra
contra Ucrania, y probablemente este mismo cálculo esté en la mente y en las
conversaciones privadas de los líderes de los regímenes autoritarios de Irán,
Corea del Norte, la República Popular China y tantos otros.
Pero por el otro lado, Biden
se estaría encontrando con una situación por completo diferente en las bases
demócratas: su posicionamiento a favor del Estado de Israel le está quitando el
apoyo de los estudiantes universitarios, importantes en cuanto a su capacidad
de movilización, que se han volcado insólitamente a favor de Hamas de una forma
ingenuamente suicida. Y algo similar le puede estar sucediendo respecto al voto
afroamericano.
Es por ello que, en estas
elecciones internas de ambos partidos, cada voto y cada Estado cuenta, porque
el resultado del martes 5 de noviembre tendrá repercusiones no sólo en los
Estados Unidos, y mucho más allá de un período presidencial.
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