Mercosur: sobran palabras, faltan instituciones.

Por Ricardo López Göttig


Recorrieron el orbe, con la velocidad impresa por las redes sociales, los comentarios que hizo el presidente José Mujica sobre Néstor y Cristina Kirchner. Uno de los primeros temores que surgieron en la República Oriental del Uruguay fue que este episodio de desliz verbal provocará más distanciamiento entre ambos gobiernos.
La relación no fue buena durante las presidencias de Néstor Kirchner y Tabaré Vázquez por el conflicto que se despertó con la instalación de la pastera Botnia y el corte que hicieron los asambleístas de Gualeguaychú al puente internacional General San Martín, impidiendo el tránsito de personas y mercancías en esa importante vía de comunicación.
Si bien ese obstáculo se levantó, el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner fue elevando nuevos muros, menos visibles, pero no menos avasallantes de derechos fundamentales, que entorpecen el desarrollo comercial: las barreras proteccionistas, los rígidos controles cambiarios a los ciudadanos argentinos y los impuestos al turismo en el exterior. Todo ello en el marco de un Mercosur que, debilitado por las inconsistencias internas, va languideciendo en camino hacia la extinción.
Si el Mercosur tuviera normas acatadas por todos e instituciones sólidas, los dichos del presidente Mujica no deberían alterar el normal desenvolvimiento en la fluidez del turismo y el comercio entre las dos naciones rioplatenses. Sería una simple nota de curiosidad periodística. Pero basta con la lectura del artículo 1° del Tratado de Asunción para poner en evidencia que, después de veintidós años, el Mercosur es una bella expresión de deseos lejos de cumplirse.
El Mercosur se ha manejado como una relación a veces cordial, otras veces tempestuosa, entre los presidentes de los países miembros. La Unión Europea, que reúne en un grado mucho más complejo y completo veintisiete países miembros, no tembló en sus cimientos cuando el entonces primer ministro italiano Silvio Berlusconi habló en términos denigrantes de la canciller alemana Angela Merkel en el 2011, porque esa comunidad política y económica tiene instituciones, normas y mecanismos que trascienden a los gobernantes de turno.
Los países sudamericanos han logrado transiciones pacíficas de dictaduras a Estados de Derecho, pero sólo unos pocos dieron pasos significativos para afianzar instituciones y políticas de largo plazo que no estén sometidas al vaivén de caprichos circunstanciales. La seguridad jurídica, que significa estabilidad y cumplimiento de las normas, crea una atmósfera propicia para el ahorro, la inversión y el crecimiento, y cuantas más garantías haya de su vigencia, más herramientas habrá para la paz y la prosperidad en la región. No obstante, esas instituciones no han logrado plasmarse en el Mercosur ni en ninguno de los otros intentos de integración latinoamericana, quedando en meras cumbres de presidentes y no en instituciones gobernadas por leyes.
América del Sur está necesitando más instituciones y menos palabras.

Artículo publicado en Infobae, miércoles 24 de abril del 2013.

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